Este fin de semana, los días 14 y 15 de marzo a las 20:00 h, el Teatro Guimerá acoge Tiresias, una propuesta escénica que rompe con la cuarta pared y sumerge al público en la biografía imaginada del mítico adivino. En esta entrevista, su directora, Carlota Ferrer, reflexiona sobre el poder del teatro, la vigencia de la tragedia clásica y la necesidad de la verdad en tiempos de posverdad.

 

Has trabajado como actriz, directora, coreógrafa y entrenadora de actores. ¿Cómo influye esta visión multidisciplinar en tu manera de abordar un proyecto como Tiresias?

R- Esa visión siempre me acompaña, para mi es indivisible a la hora de habitar el texto. Diseño de vestuario, diseño del espacio escénico… en el caso de Tiresias que es una creación original basada en imaginar una biografía del adivino más famoso desde la mitología hasta nuestro tiempo, a partir de las ficciones literarias ya escritas en torno a su figura. Todos los elementos expresivos que conciernen a su universo venían imaginándose a la par que la creación del texto. Los espacios por donde transita, la fuente donde se encuentra con Atenea, el Olimpo, el palacio de Edipo, el oráculo de Delfos, El Hades, los rituales báquicos, la cueva de Antígona, todos son creados a partir de la representación de los actores, con ayuda del movimiento, la música y elementos simbólicos que entran y salen en escena por los propios intérpretes, además del arte del actor. Se trata de un juego meta-teatral, Tiresias narra su peripecia vital y paralelamente, el resto del elenco dobla personajes para dar vida a lo que el cuenta, borrando la cuarta pared y utilizando el edificio del teatro como recipiente escenográfico e introduciendo al público en la convención consciente.

La obra pone en el centro a un personaje como Tiresias, que posee el don de ver la verdad, pero a menudo es ignorado. En un mundo donde la posverdad y la manipulación están tan presentes, ¿crees que seguimos siendo incapaces de aceptar las verdades incómodas?

R- Vivimos por un lado un narcisismo en las redes sociales, donde todo el mundo muestra una felicidad construida, y la verdad confesional de la miseria, tiene un interés económico, buscando el protagonismo, el reconocimiento, no se cuenta la verdad si no te “renta” como dicen los milenials. La búsqueda de la verdad hoy poco tiene de viaje existencialista. Aceptarse a uno mismo con sus luces y sombra, es el medio para un fin colectivo, sin embargo, la tendencia es absolutamente individualista en todas nuestras acciones. Lo vemos en la política, a veces se les olvida, como dice Tiresias, que la función de los políticos es utilizar su poder para servir al pueblo, no para servirse a sí mismos, y ensalzarse a nuestra costa.

Tiresias no solo nos habla de la clarividencia del vidente, sino también del dolor como vía de conocimiento. En un momento de la obra, él dice: “Antes de pensar en reparar el mundo, tendríamos que aprender a aceptarnos a nosotros mismos”. ¿Podría verse la obra como una invitación a la introspección en estos tiempos de crisis e incertidumbre?

R- Hacerse esta pregunta es lo interesante, no soy quién para dar respuestas, es doloroso vivir y también es bello, el equilibrio, posiblemente esté en esa aceptación, no lo sé.

En esta versión de Tiresias conviven personajes icónicos de la tragedia clásica, como Edipo, Ulises, Antígona o Creonte. ¿Cómo se ha trabajado la relación entre ellos y el vidente? ¿Qué nos dicen hoy sobre la eterna lucha entre poder y verdad?

R- Retrata que después de tantos siglos, el ser humano va repitiendo los mismos errores, es de una vigencia que asusta, y que por otro lado, nos obliga a una reflexión crítica y autocrítica.

La puesta en escena de Tiresias combina el texto con la imagen, el canto y la danza. ¿Cómo ha sido el proceso de construcción de este lenguaje escénico? ¿Qué importancia tienen el cuerpo y el movimiento en esta propuesta?

R- Donde no llega la palabra, llega el cuerpo y la música y al revés… con la finalidad de conmover, agitar conciencias en el patio de butacas, simplemente utilizo las herramientas que me ayudan a ello. Todas son importantes e indisolubles. Los espectadores son atacados al cerebro, al corazón y el estómago, al mismo tiempo. A veces cortocircuitados, para mí, todo lo que pasa en el escenario debe ser * extracotidiano.
*Romper una acción literal mientras haya coherencia dentro de la incoherencia.

 

Tiresias llega por primera vez a Canarias con su presentación en el Teatro Guimerá de Santa Cruz de Tenerife. ¿Qué significa para ti llevar esta obra a este emblemático escenario? ¿Cómo crees que conectará el público canario con su historia?

R- El teatro Guiméra es de una belleza que solo sentarse en el patio de butacas conmueve, es ilusionante, a la par que una responsabilidad. El espectáculo ha sido muy bien recibido en Málaga y Valladolid, que son ciudades con temperamentos opuestos, así que nuestro deseo es que conecte igualmente con el pueblo canario. La función transita por la tragedia atravesada por pinceladas de humor, no hay tiempo para el tedio.

Has sido ayudante de dirección de figuras como José Luis Gómez, Krystian Lupa y Àlex Rigola. ¿Qué aprendizajes de estas experiencias han dejado una huella en tu forma de entender la escena y el teatro?

R-Totalmente. He aprendido de los tres más que en la carrera. Trabajar con Álex Rigola, y admirar su locura, me insufló las ganas de dirigir, fue como ver en un espejo lo que quería hacer, José Luis Gómez, el rigor, la disciplina y la excelencia en la palabra y de Kristian digo que mi manera de abordar las artes escénicas se puede medir Antes y después de Cristo. El me enseñó a ser creativa a partir de postulados filosóficos y a buscar la humanidad de los intérpretes en el escenario, haciendo desaparecer el personaje como arquetipo y desechar todo cliché formado a través del tiempo en el imaginario colectivo.

En tu trayectoria, has dirigido espacios como el Corral de Comedias de Alcalá de Henares y el Festival de Otoño de Madrid. ¿Cómo ha sido tu evolución en estos ámbitos y qué desafíos enfrentas hoy como creadora escénica?

R- El desafío es resistir y seguir haciendo lo que quiero, sin atender a las presiones sociales, políticas y económicas. No es un desafío pequeño. Decía Eugenio Barba que hay que pagar por el teatro que uno quiere hacer. El precio no es solo económico, hay un desgaste emocional con el que hay que luchar.

En Tiresias, los personajes descubren sus errores cuando ya es demasiado tarde. ¿Crees que el teatro puede ayudarnos a ver esas señales de advertencia antes de que sea irreversible?

R- Ojalá el Teatro tuviera ese gran poder, pero me temo que no es suficiente, seguramente nada lo sea, pero forma parte del proceso. El teatro es el lugar donde una vez acabados los periodos académicos nos seguimos formando hasta el fin de nuestros días.

¿Cómo dialoga esta obra con el presente?

R- Habla del amor, del legado, de la guerra, de la memoria, de las leyes, de la fe, de la muerte, de xenofobia, de feminismo, del más allá y del más acá. De la verdad y de la belleza de la vida. De vigencia vamos sobrados, desgraciadamente.