El pasado 8 de noviembre, Daniel Abreu presentó en el Teatro Guimerá de Tenerife su nuevo espectáculo «Es Aquí», una obra que explora la pertenencia, el contacto con el territorio y la conexión profunda con el lugar. En esta entrevista, el coreógrafo profundiza sobre los temas de su creación, la importancia del espacio físico, y la colaboración artística en un montaje que une danza, luz y sonido para generar una experiencia única.

«Es Aquí» explora el concepto de pertenencia y el contacto con el territorio. ¿Qué fue lo que te llevó a profundizar en esta reflexión y cómo lo traduces en el lenguaje de la danza?

R- Mi visión artística nace de la observación del individuo y del entorno social en el que vivimos. Siento que el aislamiento vital al que se encamina una gran parte de la sociedad hace que aparezcan muchos miedos y todo lo que eso conlleva. Somos seres sociales que necesitamos de un lugar del que formar parte. Pertenecer no es una opción, es una necesidad. En los últimos años he leído mucho acerca de la importancia de la pertenencia, y eso también se refiere al espacio físico. Lo político se ha centrado más en la imagen y la palabra que en el hecho, y es algo muy dañino para el ser. No voy a entrar en ello porque, por desgracia, en Canarias y en otras ciudades esto se vive de forma alarmante. Para mí, las obras artísticas, por muy efímeras que sean, aportan algo, y me sentía con el impulso de aportar algo desde lo que sé hacer. Esta obra entrega un sentimiento de paz. Aún no sé cómo he llegado a eso, pero antes del estreno, mientras esperaba en mi posición inicial, eso flotaba por allí.

El espectáculo parece cuestionar el fenómeno del turismo y la conquista efímera de espacios. ¿Crees que la desconexión con el lugar es una consecuencia inevitable de la modernidad?

R- Creo que el vacío que sentimos y la pérdida de referencias profundas nos lleva a consumir incluso el suelo que pisamos. No habitar nada y dar por hecho el uso y disfrute de las cosas, los momentos y los lugares, al estilo “fast food”, no auguran un buen futuro. Pero también soy consciente de que es mi opinión en este momento vital. Estamos hablando de algo muy grande, y aunque yo ejerza mi voluntad, se me escapan muchas cosas. Mi voz no tiene ni fuerza ni un altavoz que llegue muy lejos, y tampoco lo pretendo. Vivo las obras como un desvelar algo muy grande y profundo, de lo que sé poco, y así está bien. Al final es danza, un conjunto de capas que tendrán su impacto en mayor o menor medida. Cuestionar, quizá, no es la palabra; más bien sería reflexionar.

En la obra mencionas la importancia de ‘un lugar donde morir y sentirse parte’. ¿Cómo se manifiesta este sentimiento en la coreografía y en la interpretación de los bailarines?

R- Creo que el lugar es importante para seguir con una vida en paz. Si no pertenecemos a algo mayor, nuestra psique se queda navegando en un vacío que probablemente nos dirija hacia la muerte. Saber que uno importa y que tiene derechos no es algo que yo pretenda reivindicar; es algo que debería ser por derecho. Las escenas son estados o conceptos que me llevan a mover el cuerpo de maneras concretas. Los intérpretes en esta obra muchas veces son una única persona. Es como si uno se desdoblara o hablara consigo mismo: todos esos que somos a la vez. Estas voces buscan parar, fraccionan e interpretan el mundo, golpean el suelo como para querer despertarlo y que les vea… Las palabras, las luces, los cuerpos, el espacio sonoro, el propio estado del espectador… son la suma de lo que la obra dé.

Tu experiencia y formación en psicología se reflejan en una simbología poética que atraviesa tus creaciones. ¿Qué elementos psicológicos y simbólicos encontraremos en «Es Aquí»?

R- Aún no sé responder a esta pregunta. La creación, y más siendo tan reciente, no me deja ver qué hay detrás. Pero sé que lo hay y que aún debo profundizar más. Pertenecer quizás sea el concepto más presente; es el que nos aleja del vacío y la pérdida. A nivel físico: el suelo, la relación con la tierra. Admiro cómo las gentes de más al sur se anclan en sus danzas al suelo. Eso no podía faltar en esta obra: materializar lo que uno siente en el golpe y el enraizamiento físico. Y luego, de una manera más visual, una mesa, un lugar que simboliza descanso, alimento e incluso la última cama.

El montaje incluye una colaboración especial en iluminación y video. ¿Cómo estos elementos potencian el mensaje y la atmósfera que querías transmitir al público?

R- Lo coreográfico de mis obras es solo una parte. Mientras construyo la escena, pienso en la luz, el espacio sonoro, el texto, el video… Todo juega un papel fundamental y no hay protagonistas. Todo forma parte del cuadro. El texto está puesto de tal manera que obliga a verlo como si lo estuvieras pensando. La luz obliga a rellenar lo que no se ve. El espacio sonoro genera velocidades del flujo sanguíneo… Dejar huecos en las obras obliga al espectador a ser co-creador. Todo tiene sentido, pero no significado. Esta es una fórmula de creación difícil y alejada del entretenimiento, que hace que el público esté construyendo al mismo tiempo que nosotros en escena. Pero esto, que en un espectáculo de danza lo critican aquellos que no saben mirar aún, es lo que hacemos constantemente. Rellenamos conversaciones, proyectamos nuestras ideas del mundo, comprendemos a través de lo que llevamos dentro. Esto hace la danza, esto es la danza. No estamos al servicio ni de un texto ni de una música. Ver danza implica tener la voluntad de ser persona y usar nuestros recursos más básicos: el de poner la mente al servicio del mundo.

Llevas más de 60 producciones a tus espaldas y has trabajado en diferentes contextos culturales. ¿Qué diferencia a «Es Aquí» de tus trabajos anteriores y cómo ves su evolución en el panorama actual de la danza contemporánea?

R- «Es Aquí» es un eslabón más en mi trayectoria. Cada obra es un escalón para la siguiente. Es la consecuencia de todas las anteriores. Aún no tengo perspectiva de cómo va a afectar a lo demás y si habrá más. En esto de acogerlas, está claro que la cultura pesa. Hay sociedades más mentales y otras que admiran más la fisicalidad. No cosechar éxitos en Francia, por ejemplo, no es un fracaso; eso marca la diferencia porque culturalmente estamos afectados y nos distinguimos en las formas de apreciar. En mi trayectoria he tenido la suerte de que algunas obras han generado la misma reacción en diferentes públicos y por años, pero eso es algo que se escapa de mi voluntad. Soy consciente de que hay obras que trascienden y llegan lejos, pero sé que la repetición es importante. Es lo que hace muy bien la industria musical. Una canción no es mejor que otra, sino que la hemos escuchado hasta en la sopa. Nos atrapa aquello que es familiar; nos enamoramos de aquello que no nos es muy ajeno.

En «Es Aquí», Cía, contaste con la participación de Diego Pazo, un artista de una generación más joven. ¿Cómo fue trabajar con un intérprete emergente como Diego?

R- Diego es una persona joven en edad, pero muy madura, y eso se nota en su manera de trabajar y de interpretar. Es un excelente compañero y transmite con mucha limpieza y rotundidad lo que hace. En un principio, este trabajo iba a ser en solitario. Quería celebrar 20 años de compañía como en el inicio, pero Diego me venía todo el tiempo a la cabeza. Ha estado presente en Dalet (Da) y Selva, y soy un afortunado al ver su enorme inteligencia en acción. Es un artista enorme del presente, pero lo será más aún en el futuro porque tiene mucho talento y brillantez, y sabe dirigirlo.

El estreno tuvo lugar en el Teatro Guimerá, un espacio emblemático de Tenerife. ¿Qué significado tiene para ti presentar esta obra en tu tierra natal y cómo percibiste la respuesta del público?

R- Sentirse acompañado por la institución es algo muy importante para la compañía y para mí. Lo tomo como un regalo por los veinte años que se cumplen de trayectoria. Agradezco enormemente la confianza del Organismo Autónomo de Cultura para estrenar este trabajo. Estrenar una obra que habla de la importancia del lugar en casa es muy especial y lo hace más fácil. Además, este teatro significa mucho para mí. En el Teatro Guimerá vi a coreógrafos que admiro profundamente, como Mats Ek o Antonio Gades, en aquellos años en los que me veía por otros derroteros.

Daniel, antes del estreno de «Es Aquí», Cía, tanto tú como tu equipo tuvieron la oportunidad de realizar una residencia en el Teatro Guimerá. ¿Cómo fue esta experiencia y qué impacto tuvo en el desarrollo del nuevo espectáculo? ¿En qué medida contribuyó el trabajo en este espacio a la creación y ajuste final de la pieza?

R- En un estudio uno tiene las ideas y las va desarrollando, pero no es hasta que se llega al teatro donde todo toma su forma real. A veces las ideas se quedan pequeñas y no funcionan. Tener la oportunidad de probar y afinar hace que uno vaya más seguro al escenario. Por ejemplo, el texto que se proyecta sufrió muchas modificaciones porque no se leía igual en pantalla grande que en el papel. Con la iluminación tengo un poco más de experiencia, pero hubo detalles que lo enriquecieron, y eso fue toda una sorpresa. Las obras se revelan en su casa, en el lugar para el que han sido hechas, y esta obra fue creada para el Teatro Guimerá. Luego, si es su destino, irá al mundo. Estoy enormemente agradecido por estos días, porque se diera un parto amable.