Ángel Guimerá y Jorge 1845 - 1924

Àngel Guimerà Jorge (Santa Cruz de Tenerife, 6 de mayo de 1845 – Barcelona, 18 de julio de 1924) es uno de los dramaturgos de su generación de mayor proyección internacional. Su obra ha sido traducida a la mayoría de lenguas y algunas de sus producciones han sido trasladadas al cine o se han convertido en óperas.

La dramaturgia de Guimerá renovó la escena del ochocientos y su gran capacidad como creador teatral hizo posible la evolución de la tradición del sainete y del teatro breve hacia la comedia y el teatro costumbrista y la aproximación a las fórmulas del teatro realista. Guimerá, a su vez, fue el gran promotor de la introducción del género trágico en la escena teatral en lengua catalana.

De la cuarentena de textos dramáticos que escribió, se suelen representar muy pocos y todos ellos habitualmente en Cataluña. La mayoría corresponden a los dramas en prosa de base realista: María Rosa (1894), Tierra baja (1897) o La hija del mar (1900). De sus tragedias en verso, sin embargo, la más reconocida es Mar y cielo (1888), por la versión en formato de musical de la compañía catalana Dagoll Dagom con texto de Xavier Bru de Sala y música de Albert Guinovart (1988). Aunque sus textos fueron estrenados en Madrid y Tenerife en la actualidad ha perdido popularidad por la falta de nuevas ediciones en castellano de sus obras.

Además de dramaturgo, Guimerá tiene una gran producción poética en castellano y catalán. Guimerá es además un activista social y lingüista que defendió el valor de la lengua catalana, verbalizador de algunas de las ideas de fuerza del movimiento tanto en la publicación La Renaixença, que dirigía en colaboración con su amigo Pere Aldavert, como en numerosos discursos recogidos posteriormente en Cants a la patria (1906).

Mantuvo un vínculo vital con su ciudad natal, sus textos fueron siempre estrenados en Tenerife cosechando gran éxito. Siempre tuvo un recuerdo cariñoso hacia su familia canaria. En 1867 su hermano Julio muere con 18 años y escribe al Teide:

…
Dime, peñón del tinerfiano suelo:

Tú que entre gasas de zafir brillante

alzas la frente majestuosa al cielo

dime, sí, dime, solitaria roca,

altivo Teide, ídolo triunfante

de un recuerdo que lágrimas provoca:

di: ¿viste acaso levantarse ufana,

de las rocas de Añaza, un alma pura,

sublimarse a las nubes silenciosas…?

 

Como dijera Benito Pérez Armas “ante nuestro mar, nuestro cielo nuestras ciclópeas montañas, abrió Guimerá sus ojos al espectáculo del mundo; aquí sintió, por primera vez, el excelso artista temblar en los hombros las alas nacientes con que después pudiera remontarse a los infinitos espacios de la gloria”.

Del mismo modo que Guimerá no olvida su tierra natal, tampoco merece olvidarse en Tenerife.